viernes, 14 de noviembre de 2008

50 palabras y un viaje

3 de noviembre, Plaza de la Virreina
Alguien ha robado mi carro. Anoche cuando dormía. Donde quiera que esté mi carro es mío. Y sigues cantando, de repente pegas un chillido, sales corriendo. Desde el banco alguien gritando te pide un cigarro. Esta plaza un mundo. Paseando por tu casa pasa un mundo, de paso, de paseo.


3 de noviembre, c/Jovellanos
Paso por el bar donde aprendí la palabra hoyuelo, en la ventana se reflejan sonrisas que confundo por las nuestras y me atraviesa un río de recuerdos. Cada paso es nostalgia. Es tu ciudad, no estás. Me cuesta evitar las grietas del asfalto, es un milagro que no me caigo.


4 de noviembre Barceloneta
Es un granito de arena que se está cayendo. Si fuéramos más pequeños, las dunas parecerían montañas, el granito una roca. Efímero. Uno entre miles está cayendo. Su destino se decide en ese instante cuando alguien tira una colilla, se mancha y cae más profundo. Deja su sitio, se va.

5 de noviembre, Estación de Passeig de Grácia
Hoy dejo la ciudad comtal nostálgica y catalana. Ayer me corté el pelo y con mis gafas de pasta parezco un erizo, una lesbiana radical, o simplemente una mica més barcelonesa. Mañana me acordaré de las conversaciones callejeras y de la sonrisa de la peluquera de la que me enamoré.

5 de noviembre, tren entre Barcelona y San Sebastian
Yo recuerdo silencio y tu secuestro. Me huía del vacío desértico, aquí se llena parte del hueco. Tú te huías de la violencia, de tu cochazo; aquí cambias algo de la inquietud por calma mediterránea. Ahora compartimos sonrisas y cafés en la misma plaza, bajo una primera luz de otoño.


9 de noviembre, Valladolid
Con los pies cansados y ojos convertidos en prismas que reflejan lo que percibimos en tiempos y lugares prestados. Una pausa: apoyadas en una barra tomamos un Miguelito con Mosto. Sabores nuevos y la huella de una ardilla y una lagrima de emoción han pintado su lugar en nuestro recuerdo.

12 de noviembre, Bogotá
La luna se aleja y las horas regaladas se disuelven en una mañana gris y una ciudad bajo niebla que no podré conocer. Ni la ciudad, ni la niebla. Lejos de lo que ayer tenía cerca ingiero café aguoso y nuevos sabores de fruta. ¿Soy alguien? El soldado me saluda.

13 noviembre, San José
Hoy he conocido a Patricia, dos años. Decidida ha subido la escalera del parque central donde estaba yo sentada comiendo un pan de amor, recién comprado en la panadería. Patricia me ha mirado con ojos grandes y antes de irse me deja con la pregunta: ¿y donde está su papi?

15 de noviembre, Bus de San José a La Fortuna
Despedida. Ticket. Cola. Sudor. El bus lleno. Piel contra piel. Miradas que se huyen, que buscan el final del trayecto a través de las parabrisas. Un hombre habla solo. La música de la radio se diluye en las palabras del hombre que quizá me habla. La montaña, dice. El volcán.

Al otro lado de la niebla llego al pueblo al pie del volcán. ¿Viajas sola? Será casa por un día. De paso donde hostales han crecido como setas, la montaña se interrumpe por hormigón. La camarera del primer bar trabaja mucho, gana poco y extraña el pueblo como era antes.

Si se pudieran fotografíar los sabores, los sonidos, los olores, sacaría una foto de lo dulce de las tres leches, del agua del río, de la tierra post lluvia. Todas las inquietudes allí las plasmaría antes de mandártela, sellada con una lágrima y una sonrisa. Te llegaría el arco iris.


19 de noviembre, Ferry de Puntarenas a Montezuma
Calor donde ayer habitaba la lluvia. Hasta los huesos. Y el salitre. Luz de cielo y turquesa mar. Ya lejos el verde nuboso. Los bosques lluviosos infinitos. Cuatro horas y otro aire. Nuevas vistas y tu abrazo se ha quedado en los huecos que forman mi cuerpo si miramos más allá.


21 de noviembre, Montezuma
Respira algo decadente de este sitio. Quizá no es el lugar, es posible que sea yo. Que las miradas cansadas me despiertan la decadencia, la desesperanza, la ignorancia, los sin motivos y no retos. Dejarse flotar y desaparecer con un bote de pesca. Sin mapa, cazando nada. Hueco. Sin eco.

Me dormí con el sonido de las olas. Casi entraron por los pasillos de los oídos, ablandaron el cerebro de sal y agua. Frente al mar me reconstruyo entre líneas. Entre vacíos. Arena entre los dedos, el viento me caricia, alguien dibuja los contornos. Y las olas no paran nunca.

Infinita indecisión: ¿me quedo o me voy? Un día más en este vacío frente al mar. Afrontándome a la marea, al mareo de la nada que no termina nunca, que me pide crecer. ¿Si me voy me huyo? Los pesqueros ya están volviendo, como hicieron ayer, como harán mañana. Mañana.

22 de noviembre, Peñas Blancas, frontera entre Costa Rica y Nicaragua
Artesanía. Banana frita. Relojes. Ojos que se reflejan en otros ojos de otro cuerpo que tiene otro destino. Pasaporte de otro color. Nada que declarar, ¿o sí? La arena que con el viento nos ensucia es la misma. Cerramos los ojos y la espera nos une. Madrugada entre dos países.


24 de noviembre, San Salvador
Era lo verde. El agua que no paraba de caer del cielo. El arcoiris que nos saludó desde la infinidad. El hueco del árbol, o el árbol del hueco. Ahí quise meterlo todo, igual que lo metería todo en estas cincuenta palabras quiebradas. Las que me cuentan el viaje.

26 de noviembre, Playa del Tunco
Llegué al río donde todo desemboca. Al otro lado sólo había piedras, no quise cruzar. Volvía donde mis propias huellas, pisando entre rocas. Niños saltando sin pisar las rayas de la Rayuela. Leo el libro, se me bailan las líneas, las salto...entre golpes dulces y bofetadas saladas me voy despertando.

En la madrugada hay menos agua a por medio y parece que podría llegar. Piedra roja. Podría quemar. Ceniza negra, ninguna nube pero vuelan sobre las olas. Arena volcánica y otro continente, estoy más cerca. Parece que podría llegar, no sé si importa que con la marea no podré volver.

Contiene la respiración hasta que no puede más. Se revuelca, suspira y brillan mil transparencias en la arena mojada. Son las lagrimas, el rocío, la lluvia, el agua que nutre tierra, que deja huellas de sal en la piel. Los pies siguen caminando. Y cada ola es igual a respiración.


27 de noviembre, Lago de Ilopango
Lago encantado. Sirenas. Una lancha y mil historias. Un pueblo perdido y un helicóptero americano que volaba demasiado cerca. Los cuerpos se quedaron congelados. Y los guerilleros en la orilla. Cuenta, Alfonso, cuenta. Tres mil peces, mujeres hechizadas y me miro y la música y tengo cola brillante de pez.


29 de noviembre, Izalco, Cerro Verde
Crisálida. Tal vez capulla. Me quiero quedar. Volando voy, caminando vuelo. Llorando de ira, la tristeza ya no es mía. Y las lagrimas se van a convertir en palabras para decirte lo que necesito decirme. Atravesándome, a través de la ventana veo volcanes, bosque, cañas de azúcar y mariposas volando.

Y si pudiera volver a desnudarme y ser esa estatua de marmol en el portal de casa. El rocío de la ducha en mi cuerpo, gritando una vez por todo y seguir sin grietas en la piel. Heridas sin tiritas que se curen al aire. Aterrizando y el cielo teñido.


2 de diciembre, Suchitoto
Las siete. Una hamaca y el sol entre hojas verdes; juegan las sombras con el olor a pan. Las campanas de la iglesia. Silencio. No sé si dejé a alguien en la habitación. Voy a mirar, si está le despierto con una caricia, a ver qué nos cuenta este día.


2 de diciembre, La Palma
Y llegué a otro río y pensé que no podría cruzar, pero las piedras me llamaron y saltando, confiando fueron los pies mi guía. Un salto entre tierra y tierra y me paro caminando. Las montañas me miran. Una vaca en silencio parpadea y creo que me dice: sigue bonita, sigue.


7 de diciembre, La Libertad
Su cara se iluminó por un segundo como una brasa, como en un cuadro de La Tour traslucía el fuego rojo entre los dedos y las manos parecían sagradas. La noche volvió a comerse la luz y sólo quedaban dos caras entre humo y olas, que venían, o no venían.

8 de diciembre, bus entre San Salvador y Granada
Cierro los ojos, todo se convierte en el mismo color y hay un todo que no sabe convertirse en palabras - no podré leerlo. Nubes y asfalto con grietas y nos estamos acercando al lugar desconocido y no le di nada a los ojos de la aduana. Quisiera ser la maga.

9 de diciembre, Granada
Así que tienes alma de niña, me dice masticando pico de gallo y mirándome con ojos traviesos. Nos conocimos ayer y dice que ha soñado conmigo, que estaba saltando en la cama, toda feliz. Yo también, me dice. Y dos almas de niño sigue su desayuno, ay cómo duele crecer.

9 de diciembre, Catarina
Hay un señor muy miope que está leyendo el Nuevo Diario. Él, yo, pelo mojado, aquí me refugio, con el café. La radio canta oraciones navideñas, el suelo es rojo, la laguna se esconde entre niebla y lluvia. Me caliento las manos en la taza y cada momento es así.

12 de diciembre, Cañas
Son las diez de la mañana y parece que ya hemos cruzado varios ríos. Casi sin darnos cuenta. Ahora espero al lado de una señora y pierdo el tiempo. Pero ella me lo devuelve y me sigue contando. Son momentos convirtiéndose en una historia que se cruza con la mía.

14 de diciembre, Monteverde
Hay un perro que me mira con ojos tristes, ayer le iban a matar. ¿O los perros siempre tienen ojos de perro, ojos tristes? Me he despertado esta mañana llorando y me puse a dibujar y hacía años que no dibujaba pero necesitaba explicarme algo donde no alcanzan las palabras.

15 de diciembre, Monteverde
Ayer escuché otro río, pero lo sentía lejos y no sabía cómo llegar. Hoy alguien me enseñó el camino, había puentes y no tenía que saltar, me bañé y miles de gotas brillaban sobre mi cuerpo. Y alguien sabía ya hace tiempo que eso era lo que tenia que hacer.