viernes, 14 de noviembre de 2008

50 palabras y un viaje

3 de noviembre, Plaza de la Virreina
Alguien ha robado mi carro. Anoche cuando dormía. Donde quiera que esté mi carro es mío. Y sigues cantando, de repente pegas un chillido, sales corriendo. Desde el banco alguien gritando te pide un cigarro. Esta plaza un mundo. Paseando por tu casa pasa un mundo, de paso, de paseo.


3 de noviembre, c/Jovellanos
Paso por el bar donde aprendí la palabra hoyuelo, en la ventana se reflejan sonrisas que confundo por las nuestras y me atraviesa un río de recuerdos. Cada paso es nostalgia. Es tu ciudad, no estás. Me cuesta evitar las grietas del asfalto, es un milagro que no me caigo.


4 de noviembre Barceloneta
Es un granito de arena que se está cayendo. Si fuéramos más pequeños, las dunas parecerían montañas, el granito una roca. Efímero. Uno entre miles está cayendo. Su destino se decide en ese instante cuando alguien tira una colilla, se mancha y cae más profundo. Deja su sitio, se va.

5 de noviembre, Estación de Passeig de Grácia
Hoy dejo la ciudad comtal nostálgica y catalana. Ayer me corté el pelo y con mis gafas de pasta parezco un erizo, una lesbiana radical, o simplemente una mica més barcelonesa. Mañana me acordaré de las conversaciones callejeras y de la sonrisa de la peluquera de la que me enamoré.

5 de noviembre, tren entre Barcelona y San Sebastian
Yo recuerdo silencio y tu secuestro. Me huía del vacío desértico, aquí se llena parte del hueco. Tú te huías de la violencia, de tu cochazo; aquí cambias algo de la inquietud por calma mediterránea. Ahora compartimos sonrisas y cafés en la misma plaza, bajo una primera luz de otoño.


9 de noviembre, Valladolid
Con los pies cansados y ojos convertidos en prismas que reflejan lo que percibimos en tiempos y lugares prestados. Una pausa: apoyadas en una barra tomamos un Miguelito con Mosto. Sabores nuevos y la huella de una ardilla y una lagrima de emoción han pintado su lugar en nuestro recuerdo.

12 de noviembre, Bogotá
La luna se aleja y las horas regaladas se disuelven en una mañana gris y una ciudad bajo niebla que no podré conocer. Ni la ciudad, ni la niebla. Lejos de lo que ayer tenía cerca ingiero café aguoso y nuevos sabores de fruta. ¿Soy alguien? El soldado me saluda.

13 noviembre, San José
Hoy he conocido a Patricia, dos años. Decidida ha subido la escalera del parque central donde estaba yo sentada comiendo un pan de amor, recién comprado en la panadería. Patricia me ha mirado con ojos grandes y antes de irse me deja con la pregunta: ¿y donde está su papi?

15 de noviembre, Bus de San José a La Fortuna
Despedida. Ticket. Cola. Sudor. El bus lleno. Piel contra piel. Miradas que se huyen, que buscan el final del trayecto a través de las parabrisas. Un hombre habla solo. La música de la radio se diluye en las palabras del hombre que quizá me habla. La montaña, dice. El volcán.

Al otro lado de la niebla llego al pueblo al pie del volcán. ¿Viajas sola? Será casa por un día. De paso donde hostales han crecido como setas, la montaña se interrumpe por hormigón. La camarera del primer bar trabaja mucho, gana poco y extraña el pueblo como era antes.

Si se pudieran fotografíar los sabores, los sonidos, los olores, sacaría una foto de lo dulce de las tres leches, del agua del río, de la tierra post lluvia. Todas las inquietudes allí las plasmaría antes de mandártela, sellada con una lágrima y una sonrisa. Te llegaría el arco iris.


19 de noviembre, Ferry de Puntarenas a Montezuma
Calor donde ayer habitaba la lluvia. Hasta los huesos. Y el salitre. Luz de cielo y turquesa mar. Ya lejos el verde nuboso. Los bosques lluviosos infinitos. Cuatro horas y otro aire. Nuevas vistas y tu abrazo se ha quedado en los huecos que forman mi cuerpo si miramos más allá.


21 de noviembre, Montezuma
Respira algo decadente de este sitio. Quizá no es el lugar, es posible que sea yo. Que las miradas cansadas me despiertan la decadencia, la desesperanza, la ignorancia, los sin motivos y no retos. Dejarse flotar y desaparecer con un bote de pesca. Sin mapa, cazando nada. Hueco. Sin eco.

Me dormí con el sonido de las olas. Casi entraron por los pasillos de los oídos, ablandaron el cerebro de sal y agua. Frente al mar me reconstruyo entre líneas. Entre vacíos. Arena entre los dedos, el viento me caricia, alguien dibuja los contornos. Y las olas no paran nunca.

Infinita indecisión: ¿me quedo o me voy? Un día más en este vacío frente al mar. Afrontándome a la marea, al mareo de la nada que no termina nunca, que me pide crecer. ¿Si me voy me huyo? Los pesqueros ya están volviendo, como hicieron ayer, como harán mañana. Mañana.

22 de noviembre, Peñas Blancas, frontera entre Costa Rica y Nicaragua
Artesanía. Banana frita. Relojes. Ojos que se reflejan en otros ojos de otro cuerpo que tiene otro destino. Pasaporte de otro color. Nada que declarar, ¿o sí? La arena que con el viento nos ensucia es la misma. Cerramos los ojos y la espera nos une. Madrugada entre dos países.


24 de noviembre, San Salvador
Era lo verde. El agua que no paraba de caer del cielo. El arcoiris que nos saludó desde la infinidad. El hueco del árbol, o el árbol del hueco. Ahí quise meterlo todo, igual que lo metería todo en estas cincuenta palabras quiebradas. Las que me cuentan el viaje.

26 de noviembre, Playa del Tunco
Llegué al río donde todo desemboca. Al otro lado sólo había piedras, no quise cruzar. Volvía donde mis propias huellas, pisando entre rocas. Niños saltando sin pisar las rayas de la Rayuela. Leo el libro, se me bailan las líneas, las salto...entre golpes dulces y bofetadas saladas me voy despertando.

En la madrugada hay menos agua a por medio y parece que podría llegar. Piedra roja. Podría quemar. Ceniza negra, ninguna nube pero vuelan sobre las olas. Arena volcánica y otro continente, estoy más cerca. Parece que podría llegar, no sé si importa que con la marea no podré volver.

Contiene la respiración hasta que no puede más. Se revuelca, suspira y brillan mil transparencias en la arena mojada. Son las lagrimas, el rocío, la lluvia, el agua que nutre tierra, que deja huellas de sal en la piel. Los pies siguen caminando. Y cada ola es igual a respiración.


27 de noviembre, Lago de Ilopango
Lago encantado. Sirenas. Una lancha y mil historias. Un pueblo perdido y un helicóptero americano que volaba demasiado cerca. Los cuerpos se quedaron congelados. Y los guerilleros en la orilla. Cuenta, Alfonso, cuenta. Tres mil peces, mujeres hechizadas y me miro y la música y tengo cola brillante de pez.


29 de noviembre, Izalco, Cerro Verde
Crisálida. Tal vez capulla. Me quiero quedar. Volando voy, caminando vuelo. Llorando de ira, la tristeza ya no es mía. Y las lagrimas se van a convertir en palabras para decirte lo que necesito decirme. Atravesándome, a través de la ventana veo volcanes, bosque, cañas de azúcar y mariposas volando.

Y si pudiera volver a desnudarme y ser esa estatua de marmol en el portal de casa. El rocío de la ducha en mi cuerpo, gritando una vez por todo y seguir sin grietas en la piel. Heridas sin tiritas que se curen al aire. Aterrizando y el cielo teñido.


2 de diciembre, Suchitoto
Las siete. Una hamaca y el sol entre hojas verdes; juegan las sombras con el olor a pan. Las campanas de la iglesia. Silencio. No sé si dejé a alguien en la habitación. Voy a mirar, si está le despierto con una caricia, a ver qué nos cuenta este día.


2 de diciembre, La Palma
Y llegué a otro río y pensé que no podría cruzar, pero las piedras me llamaron y saltando, confiando fueron los pies mi guía. Un salto entre tierra y tierra y me paro caminando. Las montañas me miran. Una vaca en silencio parpadea y creo que me dice: sigue bonita, sigue.


7 de diciembre, La Libertad
Su cara se iluminó por un segundo como una brasa, como en un cuadro de La Tour traslucía el fuego rojo entre los dedos y las manos parecían sagradas. La noche volvió a comerse la luz y sólo quedaban dos caras entre humo y olas, que venían, o no venían.

8 de diciembre, bus entre San Salvador y Granada
Cierro los ojos, todo se convierte en el mismo color y hay un todo que no sabe convertirse en palabras - no podré leerlo. Nubes y asfalto con grietas y nos estamos acercando al lugar desconocido y no le di nada a los ojos de la aduana. Quisiera ser la maga.

9 de diciembre, Granada
Así que tienes alma de niña, me dice masticando pico de gallo y mirándome con ojos traviesos. Nos conocimos ayer y dice que ha soñado conmigo, que estaba saltando en la cama, toda feliz. Yo también, me dice. Y dos almas de niño sigue su desayuno, ay cómo duele crecer.

9 de diciembre, Catarina
Hay un señor muy miope que está leyendo el Nuevo Diario. Él, yo, pelo mojado, aquí me refugio, con el café. La radio canta oraciones navideñas, el suelo es rojo, la laguna se esconde entre niebla y lluvia. Me caliento las manos en la taza y cada momento es así.

12 de diciembre, Cañas
Son las diez de la mañana y parece que ya hemos cruzado varios ríos. Casi sin darnos cuenta. Ahora espero al lado de una señora y pierdo el tiempo. Pero ella me lo devuelve y me sigue contando. Son momentos convirtiéndose en una historia que se cruza con la mía.

14 de diciembre, Monteverde
Hay un perro que me mira con ojos tristes, ayer le iban a matar. ¿O los perros siempre tienen ojos de perro, ojos tristes? Me he despertado esta mañana llorando y me puse a dibujar y hacía años que no dibujaba pero necesitaba explicarme algo donde no alcanzan las palabras.

15 de diciembre, Monteverde
Ayer escuché otro río, pero lo sentía lejos y no sabía cómo llegar. Hoy alguien me enseñó el camino, había puentes y no tenía que saltar, me bañé y miles de gotas brillaban sobre mi cuerpo. Y alguien sabía ya hace tiempo que eso era lo que tenia que hacer.

jueves, 9 de octubre de 2008

A diez centímetros del suelo ya se puede decir que estás volando



Me acomodo en la silla y te robo un título. La silla es el balancín de mi abuela y balanceo y es el único lugar de la casa donde encuentro equilibrio. Estoy haciendo calcetines de punto, lo aprendí de mi abuela y ya voy por el décimo octavo par este otoño. Los regalo a mis primos, a amigos, a todo aquel que tenga frío en los pies. Y los hago de diferentes colores. Mientras, miro por la ventana y veo como los copos de nieve poco a poco van disfrazando el jardín. Poco a poco le van dando una capa mojada y fría a todos los recuerdos del verano, que se van congelando debajo de la manta blanca. Muy pronto se hace de noche y se encienden las farolas de la carretera y sigue nevando y todo se envuelve en una luz de cuento. Me levanto para hacerme un té y busco el bote de los caramelos. Se llaman Marianne, son de menta con chocolate por dentro, se derriten en la boca y traen recuerdos de la infancia.
A veces me duermo en la silla, acunándome hasta que la mirada desaparece por la ventana y me voy unos instantes al mundo de los sueños. Primero todo es blanco, como el paisaje de la nieve, luego viene más y más luz y a veces vuelo. No sé si tengo alas, pero no peso nada y soy blanca como el aire que me rodea y no hay preocupaciones ni calcetines de punto. Y aunque me despierte es como si el balancín siguiera en el sueño, no aterriza y en la radio después del último tema de violoncelo se escucha que sólo a unos diez centímetros del suelo ya se puede decir que estamos volando.
Ilustración: Diego Ingold

martes, 23 de septiembre de 2008

La chica de amarillo

Hay una chica en un chubasquero amarillo
Vive en el edificio de al lado y cada día pienso:
Mañana hablaré con ella
Tengo la casa desordenada
está lleno el buzón de voz y cada día pienso:
Mañana te llamaré
Los ceniceros están llenos y cada día pienso:
Mañana me vaciaré y dejaré de fumar
me haré un hueco por dentro donde puedas estar tú
y me olvidaré de la chica de amarillo
y la veré pasar cada día pero nunca más pensaré en que la podría llamar
Y un día la veré en una revista porque se habrá hecho modelo
y no podré decir que la conozco,
sólo que vivo en el edificio de al lado del suyo
y que la veo cada vez que desayuno mirando por la ventana de la cocina
Es el país de la lluvia que no para nunca
vivimos las dos aquí
Pero ella ni siquiera sabe quién soy y yo tengo besos guardados para ella
No creo que sepa nada más bonito que ella y el asfalto mojado
a través de mi ventana cubierta de gotas de lluvia.

Tenemos cara de mala leche, pero no somos así



Te he traído leche,
vi que habías dejado la tuya fuera
y con el calor que hace se habrá podrido
No hay nada peor que el olor a leche pasada
o los trocitos de grasa que flotan en la taza del café
que tendrás que volver a hacer
Por eso, y porque te quiero, te he traído leche
¿Te pongo un poquito
y hablamos?
Ilustración: Diego Ingold

Un perro verde





Había una vez un perro verde.
Se le veía desde la cocina de donde no me podía mover.
Yo era un grifo que administraba agua en casa de una familia de ricos.
Ellos no tomaban agua del grifo, tomaban Font des Teix o Vichy Catalán
y yo solo daba agua para lavar los platos y para dar a beber al perro.
Cuando el perro verde dormía se le movían los ojos porque estaba soñando.
Soñaba que le dejaban libre en un prado y que podía ir a cazar
como en los cuadros de Goya,
y que había un amo que le amaba y que apreciaba su compañía.
Yo siempre deseaba que llegara el sábado porque era el día de la limpieza,
venía la quely desde Felanitx y llenaba la cocina de canto y olor a lejía
Y antes de irse miraba la cocina como un pintor mira su recién terminada obra y daba el último toque dejándome a mí siempre brillando
Notaba yo que cambiaba la mirada del perro los sábados por la tarde,
se había dejado un olor a flor en la cocina y los dos estábamos muy soñadores...
Ilustración: Diego Ingold

martes, 9 de septiembre de 2008

Dos hormigas enamoradas en un espacio entre hoy mañana

Este verano han pasado cosas extrañas. Todo empezó y terminó con los nuevos vecinos. Como si estuvieran buscando sus raíces, o un mejor lugar donde crear a sus hijos, creerían haber encontrado el lugar oportuno en lo que nosotros llamábamos nuestro rincón de la isla. Se ve que son un tipo de nómadas que buscan la tranquilidad y parece que ya no tienen intención de moverse más. De la nada vino esa nueva especie. Eran muchos más grandes que nosotros y se plantaron justo entre los tres pinos y el jazmín para que nosotros tuviéramos que hacer una vuelta más grande cada vez que íbamos y volvíamos a casa.

Un día como cualquier otro salíamos todos en fila. No tenía yo un día especialmente happy, pero tampoco estaba de bajón, era un día normal y corriente, podría haber sido un martes, por ejemplo. Era un día caluroso, como cualquier día de agosto y me hubiera quedado leyendo el periódico en la hamaca, pero había que trabajar. El olor a pino, el revuelto de la tierra, el sonido constante de los grillos que no se dejaban ver, todo era igual que cualquier otro día pasado o futuro. Pero de medio camino nos cruzamos por primera vez con nuestros nuevos vecinos. Parecía gente pacífica, nos saludaban y seguían su camino sin parar y nosotros seguíamos el nuestro. Las filas estuvieron un buen rato a la misma altura y podíamos ver a todos, y todos eran más grandes que nosotros. Deberían haber sido las doce del mediodía porque los rayos del sol no nos dejaban en paz y casi podríamos habernos hecho barcas para seguir el camino flotando sobre gotas de sudor.

La última de la fila eras tu. Una hormiga como cualquier otra, pero con un bañador de rayas. Y sin dejar de patear me enviaste un beso y me enamoré. Con lenguaje morse te pregunté si nos veíamos donde las rocas esa tarde para darnos un chapuzón. Y en el atardecer y acompañados por el continuo coro de cigarras nos sumergimos debajo del agua, dos fugitivos, en un baile salado fuera del tiempo; en un espacio entre el hoy y el mañana, unos instantes que aspiraban a eternidad. Dos cuerpos cansados, por primera vez enamorados.

Esa noche vinieron con una grúa, se ve que los gigantes humanos tenían que construir una nueva carretera así que destruyeron la nuestra. Y el día siguiente la reina había decidido que teníamos que buscar otro sitio donde trabajar y vivir. Echó la culpa a los nómadas por haber chivado no sé muy bien el qué y de paso antes de irnos les dejó veneno en el desayuno. Nosotros nos marchamos y no creo que volvamos al lugar que solíamos llamar el nuestro. Cobarde fui yo y nunca supe nada más de la hormiga hermosa de rayas. El antídoto es el olvido y sólo en raros momentos saco la foto que tengo de ti y recuerdo la tarde cuando nos hundimos en un hueco de la realidad, cuando olvidamos estar y solo eramos, doce patitas y dos cuerpos enamorados.

jueves, 4 de septiembre de 2008

He venido con una goma elástica, en unos instantes me voy I


¿Querías contarme algo?
He dejado a los niños en la mesa comiendo
y he venido porque algo me decía que me necesitabas
¿son las gotas de la ventana que te dejan inquieto?
No son lágrimas, es la lluvia,
el calor, la condensación
Guarda las gotas en una botella si quieres
Apaga la tele, ¿quieres?
Podríamos dar un paseo, hoy es luna llena
no tengas miedo, vamos por la carretera si quieres
Hagamos un poco de ejercicio, ¿quieres?
Te sentará bien, nos sentará bien.
Las gotas de la ventana, no son lágrimas, son el rocío,
como si fueran adorno, ¿sabes?
¿Qué miras en la tele?
¿Te cuento un cuento?
Si quieres, vente a casa a cenar, que hice mucha comida.
Me callo si quieres.

Te escucho.

...
Ilustración: Diego Ingold

He venido con una goma elástica, en unos instantes me voy II

Estoy a tu lado, sabes.
Es la primera vez en años que me atrevo a decir
algo parecido a un te quiero
y creyendo que nos importa si sigo a tu lado o no.
La comida se está enfriando, la dejé en la mesa,
había hecho sopa para dos pero me vi solo
a pesar de todos los espejos que me he puesto en casa.
Me tira la cuerda, en realidad es una goma elástica que tengo conectada a la cabeza.
Para que el corazón no me guíe demasiado.
En este momento estoy a tu lado, sabes.
Pero en unos instantes me voy.

La cabeza abierta de un pollo


Y entre todos los pollos que estábamos en la plaza
había uno al que se le había abierto la cabeza
y todos podíamos ver lo que tenía dentro
aunque hay que decir que todas las cosas que se ven no siempre se entienden...
y nadie hacía nada
nadie movió una pata para acercarse e investigar aquello que normalmente no se ve
o para buscar los trozos que se podrían haber perdido, e intentar reparar o curar
lo que posiblemente estaba haciendo daño
Él nos miraba con cara de indiferencia
o no nos miraba
Entonces alguien, un americano, un pollo de Kentucky
cogió su pistola
Todo pasó tan rápido que nadie se dio cuenta
Pero de repente el pollo con la cabeza abierta era un pollo muerto
y el pollo de Kentucky explicó que era mejor que no sufriera
Eso y muchas otras cosas se lo habían explicado en el ejército
Decía que había cosas que mejor no viéramos, que no las entendiéramos
y que si alguien se oponía tenía todavía la pistola cargada
Y mirándonos sin vernos nos decía
que matar a alguien era mucho más fácil de lo que nos pudiéramos imaginar.
Ilustración: Diego Ingold

viernes, 8 de agosto de 2008

Las nubes de la chimenea

Cuando estuve en Budapest no conocí al señor de la crepería, el de pelo blanco y bigote, de la crepería. Las crépes valían menos de un euro y te las ponían rellenadas de cualquier cosa y las calentaban en el micro ondas. Él estaba sentado en la mesa de la ventana. Los cuatro días que yo estuve en Budapest, en la misma mesa de la misma ventana y yo desayauné allí todas las mañanas. Leía el periódico y se pedía una crépe con sirope y nata y un café. Vestía de beige, con un sombrero y no se lo quitaba, era primavera y hacia tiempo para sombreros. Yo tenía frío con la jaquetita que me habia llevado. Ese señor que nunca conocí me daba la misma tranquilidad que el padre con los niños que veia cada día en la calle de la Perla de Barcelona, cuando caminaba al trabajo y sabía que llegaba a tiempo si los veia por la esquina con Topazi. Tomando siempre el mismo camino, aunque una amiga me dijo que estaría bien si rompiera esquemas. La misma tranquilidad que los señores de mi pueblo que venían los primeros al bar donde trabajaba y se pedían un café y un bocadillo y me contaban lo que traía el periódico y cómo había cambiado el pueblo desde que ellos eran pequeños. Cuando Ernst Rolf había ido a America para cantar y hacerse estrella en el país de los sueños. Las veces que vuelvo al pueblo todavía veo la chimenea donde creía de pequeña que se creaban las nubes. Y el mundo sigue siendo como antes. Aunque soldados americanos se matan entre ellos, aunque no se firma el protocolo de Kioto, aunque se piensa que el deporte y el dinero es más importante que la libertad de un pueblo, y aunque miles de personas se mueren de hambre cada día mientras seguimos construyendo armas, el mundo de las nubes y los señores que toman café sigue siendo como antes. Y hay días que me atrevo a tomar otro camino cuando voy al trabajo, y veo a otros padres con sus hijos, otros señores desayunando, repartidores del periódico y chicos que limpian la calle o venden butano y envío un recuerdo al señor de la crepería de Budapest, al que nunca conocí.

domingo, 20 de julio de 2008

El pez que se muerde la cola

Soy el pez que se muerde la cola, y me duele y me cuesta nadar. Soy los sueños, los abrazos, las caricias, el azul de mis ojos, del mar. Encima mío hay barcos pintados que pierden bensina, le dejan negro al pez que se muerde la cola. La cola está pegajosa, la utilizo para fijar las fotos del verano pasado en el album que al final me quisiste dar. Soy el pez que se muerde la cola y los dientes me rozan y las cosquillas me hacen reir. Me rio de mí, de mi río que no sé seguir. Quería nadar, pero hago trampas, me apoyo en piedras, salto y sobrevuelo con las alas que me construí durante escalas en Amsterdam. Me choco con cometas que no pesan nada y me siento pesada y me hablo en sueños que no me dejan descansar. Y en el descanso del medio día me fumo un piti que me dejé en el cenicero y que me cuenta historias sobre el cáncer y el amor. Y el amor no es comparable con las ganas que tengo de no tener a nadie y de esconderme en ti y nunca volver. Al mundo que pensaba era otro pero resulta ser tuyo y yo ya no sé mi lugar. ¿Será en el agua del río que lleva al mar? Soy el pez que se muerde la cola, la cola brilla. Soy el pez que quería ser serenita, que huye y no se deja querer. Soy el viento que observa la vida, que provoca marea, que es transparente y totalmente leal. Soy las ganas de ya ser otra, de apuntarme a conocerte y a dejarme tocar. Soy el pez que se muerde la cola, que nada sola, un nadar de animal de tierra y no de mar. El mediterráneo es vuestro, estoy de visita, sois generosos y yo una madame fatal. Soy el pez que se muerde la cola, hasta no reconcerse, hasta dejarse morir y flotar.

Un pollo cualquiera


Cualquiera diría que soy un pollo cualquiera. Intento hacer cola en la parada del bus, miro la tele, libro los fines de semana y me llevo a la familia y al perro en mi coche a la playa. Intento hacer cola en el registro civil, y en mi casa maldigo el sistema, la administración pública y el Madrid. Intento hacer cola en el puesto de las verduras, pero están cerrando y todos gritan y me cuelo igual que los demás; ahora será mi turno. He salido a las siete y media del trabajo, hago jornada intensiva y así entro antes, como menos, y salgo igual de tarde pero apurado para ir corriendo al mercado, porque en nuestra familia nos ayudamos con las tareas de casa. Mi mujer limpia, friega los platos, lava la ropa, cocina y prepara las listas de la compra. Y yo voy al mercado. Ay como me grita la señora, ¿cuál quiero? Tomate verde de canarias, tomate de rama de canarias, tomate cherry de canarias, tomate de ensalada de canarias, o simplemente tomate rojo blando casi pasado para hacer pà amb tomàquet, aunque el tomate también sea de canarias. En un momento me coge una indecisión bastante importante: mi mujer no me ha especificado en la lista qué tipo de tomate quiere. Un kilo, ¡¿pero de cuál?! ¿Será imbécil ella? ¿Sabéis qué? Hoy salgo de la Boquería sin tomate, tiro la coliflor al suelo, me saco la corbata y me voy. Iré a la estación de Francia y cogeré el primer tren que pase. Iré a ese París del que leí de joven, el que no se acaba nunca. A la aventura.
Ilustración: Diego Ingold

Tengo un collar tuyo

Tengo un collar tuyo. Es de plástico, blanco. Sólo quería preguntarte si te pasarás algún día a buscarlo. No te habrás olvidado de donde vivo. Ven a buscarlo si quieres. Tú tienes un pijama mío. Es de franela. Y de muchos colores. Lo dejé en tu casa porque sabía que vendrían más noches fríos. Esta primavera ha tardado en venir. Me imagino que no te lo has puesto. Te iría pequeño, pero abriga muy bien, y el nórdico que tienes está muy gastado y no da tanto calor... y las ventanas que no cierran bien...habrás estado resfriado todo abril. Vi que hay una pastilla nueva en la herbostería que va muy bien. La toma Agustina, ¿te acuerdas de ella? No las has arreglado aún, ¿verdad?. Las ventanas digo, que no cerraban nada bien. Me han dicho que hay subvenciones del ayuntamiento si quieres poner doble cristal, así harás todo de golpe, cambiarás las cerraduras, pintarás - que es un momento - y lo de los cristales, tengo un número donde te informan. El día que busques el collar te lo daré. O si quieres antes. Me parece que ya no te pones collares. Yo no me lo he puesto, lo tenía al lado de la cama, pero ya lo he puesto en otro sitio. Ven a buscarlo si quieres. Te puedes quedar con el pijama. Ya no tengo frío, y el invierno que viene nos habremos olvidado. Yo sigo donde siempre. El collar es bonito pero no te lo voy a enviar. Ven a buscarlo si quieres.

Mormor

En kväll är himlen mörkare än vanligt och hon står i fönstret och tittar på stjärnorna. Hon tänker att däruppe finns de döda och hon blir inte rädd av tanken. Det är som att stjärnorna talar ikväll. Och det är roligt att fantisera. Hon ser mormor gunga på månskäran. Hon bär pärlörhangen av plast och hennes öronsnibbar är uttänjda. Runt halsen bär hon alla barnens navelsträngar hårt lindade. Hon sjunger att de värmer, aldrig stryper henne. Hennes hy är rynkig och hon har sin morgonrock av grön plysh på sig. Alldeles lugn är hon, stressar inte och bjuder inte på vattenchoklad eller pulverkaffe. Äter inte skorpsmulor och tjatar inte om att man måste läsa tyska eller klagar över att de inte stavar rätt i tidningen nu för tiden. Huden är slapp men len och mjuk. Hon dansar till Grieg, Bergakungens sal. Till efterrätt är det kräm, den nyttigaste efterrätt man kan tänka sig. De spottar körsbärskärnor på varann och mormor säger att det är bigaråer, inte körsbär.

Rökning Förbjuden

Det var ju bara det att hon trott att allting skulle bli annorlunda nu. Hon skulle vända och vrida på huvudet och plötsligt bli lugn och aldrig oroa sig mer. Dansa mitt på dansgolvet som en fläck, vinande, snurrande, svettig som ett ögonblick som inte vill försvinna. Älska. Veta att skilja på älskandet från alla andra känslor.
Däruppifran ser hon staden närma sig. Jordnötterna är slut och händerna luktar våtservett. Hon trycker handleden mot näsan, en dust av tre olika parfymer. Havet ligger stilla väntande under dem. Planet kränger och hennes sida lutar nedmot hamnen. Hon ser alla de välbekanta gatorna och byggnaderna och fylls av en ljusvarm känsla. Trött från himmelriket, molnlandskap lika verkliga som drömmarna. Öronen molar, motorerna mullrar. Hon lutar huvudet mot fönstret och fortsätter blicka ned.
Nästa steg på marken, luften är ljummare än hon trott. Nästan vår. Hon står i en bubbla och hör de andra prata på flera olika språk. Hon är hemma nu fast borta. Orden sveper genom henne. Hon är sin egen bubbla. Svårt att allltid vara verklig. Bussen svänger. Skyltar på annat språk. De tror att hon inte forstår och säger något om hennes jacka. Men hon tänker inte låta sig störas om verkligheten smyger sig för nära utan att hon är beredd. Hon pratar lite med en tjej som har håret instoppat i en mössa. Hon har beställt resan idag och färgat håret på planet. Hon ler med hela ansiktet och Klara ler tillbaka. Hon har bara handbagage och frågar efter bästa sätt att ta sig in till stan. Hon har fräknar och hennafärg i pannan och Klara säger att tåget är billigast. Hennaflickan ler igen och önskar henne lycka till och säger att hon avundas Klara som ska stanna längre. Hon svänger med sin virkade väska och går mot tågen och Klara fortsätter att le. Människorna slappnar av och tänder mer än nöjda en cigarett medan de väntar på bagaget. Mobiltelefoner knäpps på och förväntan blandar sig med cigarettröken och ingen ser skylten med rökning förbjuden.

Ayer, hoy y mañana

Ayer
Y puse los pies en el suelo y noté el frío de la ventana que no cierra. Y miré el techo y conté las manchas verificando que no había ni más ni menos que el día anterior. Y empecé a hablar en el metro, les conté que de pequeña había estado viva, que había ido corriendo por el bosque en un país lejano, que había tenido una colección de moscas en botes de cristal, en un rincón del balcón de la casa del campo. Mirando el cielo buscaba figuras en las nubes y en verano llevaba una manta a la playa por si se ponía malo el día. Y galletas maría y limonada a una playa de piedras. Les conté que ya no sabía mi nombre pero que me gustaba cantar.
Hoy
Y a veces les canto y me bajo en la estación de Paseo de Gracia porque allí ya hay un señor que canta, tiene mi edad pues yo ya tengo 80 y los años han volado. Y cantamos juntos y yo a veces hago pasos parecidos a algún baile, la gente no nos mira, excepto una vez que nos aplaudió un chaval y me puse roja de la emoción.
Mañana
Siempre me decías que me querías más que ayer pero menos que mañana. Y esos mensajes los guardaba, hasta el día que me robaron la memoria. Y tengo notitas por toda la casa para acordarme de mi nombre, y de peinarme, y de tomar el café con croissant que me gustan tanto. Y mañana iré a comprar, cosas dulces, los boniatos del otoño y algo de sol. Porque ya viene el invierno y hará frío, y recordaré muy a dentro como nos solíamos abrazar y salir juntos a tomar el aperitivo en la plaza que estaba delante de aquella casa que era nuestra.