martes, 15 de diciembre de 2009

Ida, El Salvador noviembre 2009

Ilopango y St Tomas, 3 diciembre 2009

Un hijo enterrado bajo lodo, tierra y piedras.
Encontrado demasiado tarde, sólo un cuerpo: aún le lloran.
Agua cae, agua cayó
y destruyó casas, cosechas y ahogó la fuerza cotidiana.
Una anciana con la panza hinchada y moscas y una voz que tiembla, susurra:
Ayúdenme...
Quienes somos para darles esperanza?
Yo no soy nadie y un hueco y desesperanza
los ojos se me llenan de polvo y mis pies se hunden en piedras.
Me cuesta saber si despedirme con una sonrisa o con lamento.
En casa me baño, me quito el polvo y la falsa cara,
me froto para que se caiga la incomodidad vergonzosa, cierro los ojos azules
y el agua cae sobre mi cuerpo en el que sigo caminando.
Mi vía es ancha, con cruces y atajos, sin indicadores ni límites de velocidad.
Yo si deseo me cambio de carril, pero me quedo en la ducha,
que el agua caiga.
Esa misma agua que crea diluvios, que entierra a niños y enferma a abuelas
que no sacan el llanto por el nieto perdido.
Pero miran con ojos vacíos hacía otro vacío
al otro lado de la calle.

En otro municipio me miran ojos de esperanza:

Casi se olvidan de respirar por querernos contar...
...que son Mujeres Jóvenes Transformando una Nueva Generación.
Gesticulando explican como la desesperación se convierte en satisfacción
cuando sienten que forman parte del pueblo solidario,
el que apoya a vecinos y familiares en un trabajo de 24 horas:
una lucha contínua para recuperar y reconstruir su barrio,
casas y cosechas.
La fuerza cotidiana se convierte en ollas de frijoles, en juegos y abrazos.
Son mujeres jóvenes que llevan camisetas con el texto:
"Por un embarazo cuando yo lo decida",
que platican con el alcalde como si fuera uno de sus mejores amigos.
Hay escucha.
Son estrellas de la solidaridad.
Sin fama emiten luz y energía,
multiplicando las pequeñas aportaciones de una sociedad lejana,
transformando el diluvio de destrozo en actos de fe y de presencia.
Es su lugar,
allí viven, sufren y luchan en el aquí y el ahora
por una vida digna llena de fuerza y sonrisas.
Me siento pequeña.
No tengo su fe, ni su espíritu luchadora salvadoreña.
Me voy impresionada y llena de agradecimiento
por haber tenido la oportunidad de compartir unos momentos con esas jóvenes mujeres
que desean transformar la nueva generación.

lunes, 19 de octubre de 2009

con la mochila por centroamerica I

Sacromonte, Granada 12/10/09
Queman los pies. Una terraza, un gato negro y música clásica. Verde y silencio. Casas blancas y cuestas para arriba, cuestas para abajo. El gato se duerme en la sombra y la cámara hace fotos de lugares que no volveremos a ver. De personas que harán su siesta, que seguirán su camino, su crucigrama, las últimas gotas de cerveza AlHambra. Otoño con color de verano. Con color del sur. Hasta aquí coinciden los caminos.

Generalife, Al Hambra, Granada 14/10/09
Agua que da vida. Todo verde y mil pasos. Miles de huellas de los que habrán pasado y un perdido turista italiano que me pregunta por el camino. Por suerte le puedo indicar desde mi banco en la sombra. Siga caminando, le digo. Ha entrado Usted por la uscita, pero no importa, Allí al final de la rambla están el palacio, los fuentes, las flores, las vistas, todo aquello que ha pagado por ver. Y una camisa de cuadros con aspecto hindú me pregunta si puede subir las escaleras tras mío. Sacudo la cabeza y apunto hacia el cartel. Creo que no, le digo. 'Prohibido el paso. Keep out,' Pero sigan caminando, viajeros, quizá nos reencontraremos en la próxima parada.

Barcelona 19/10/09
No sé si nunca podré ser...esa especie entre hada y mujer que baila sobre los lagos mientras los arboles las contemplan en silencio. Solo hay...nada...y un eco de esa luz que solo existe entre horas, en verano en el norte.
Llena de futuros y pasados, con un presente extrañado, añorando todo lo que no está y con sabor a despedida en una boca seca. Croissant y café y miles de puertas y miedo de entrar. Sueños que no saben si pueden ser. Alguien me dibuja un croquis para llegar al aeropuerto, despegar, y volar...

El Prat - Barajas, 25/10/09
Un No lugar. Y pasan en ese espacio finito entre párpado y ojo imágenes de todos los lugares y personas que importan. Como si fuera yo a morir. Como si fuera a vivir. Un angelito negro sobre mi hombro, divina, egoista, decidida de cuidarme. Un colgante, una pulsera, miles de nudos que alguien de otro tiempo ataría por alguien que supongo que sería yo. No sé si reconocer que busco ese tiempo, que busco los saltos, las sombras, los ríos, los huecos, lo que hay donde no se ve nada. No sé si reconocer que tengo algo de miedo de qué puedo encontrar.

Miami y Obama 26/10/09
"Specially designed Smoking Area" Ya lo dejaré. Pero hay que decir que en esos cinco minutos de veneno ocurren encuentros de complicidad.
-Where are you off to?
-To Mexico.
-Great! Where are you from?
-I'm from Sweden, but I live in Spain.
-That's awsome, I never met anyone from Spain!, exclama una rubia de Chicago que comparte conmigo esos cinco minutos de veneno en el "Specially designed Smoking Area" en el aeropuerto de Miami. Sigue ella:
-Do you know Obama is landing now at the airport?
-Really? No, I didn't know...
- Better check your flight is on time. Have a great trip!
Últimas caladas.
-Sí, digo. Really nice meeting you too. Have a safe trip home.
Y me voy del aera de fumadores y me acerco a la ventana con los demás para hacer una foto del Airforce One.

Akumal 27/10/09
Por primera vez en mi vida he visto a una tortuga. Cada suspiro la respiración más lenta. Y el agua es tibia y hoy algo revuelta. Las preocupaciones más grandes son las nubes que se mueven y la de no perder el autobús. Y allí está: tranquila, dando vueltas, lentamente, a ritmo de tortuga. No sé si es consciente de que la he visto. La miro. Y la respiración. La toco. Sí, hoy he tocado la paciencia.

Cenote Cristalina 29/10/09
Como si fuera todo pintado. Los azules, los verdes, hasta el final del dia cuando todo se vuelve invisible, aunque algo más tangible. Y me sumergo en lo que eran colores y transparencias y las olas acarician con fuerza. Escondo los pies en la arena, cuesta levantarse y caminar. El atardecer es bonito pero corto, la noche invade y nos cubre de estrellas. El mismo techo que el vuestro, aunque en tiempos diferentes. En pocas horas lejos. La noche no sé si está pintada. Sólo es y no duermo.

Tulum 1/11/09
Justo lo que necesitaba. Un respiro. Silencio. Solo la brisa, las palmeras y la luna casi llena. La fiesta de los muertos, de los brujos, pero no fui. Cansancio y dolor en las piernas. Como si el esqueleto no me cupiera. Como si algo quisiera salir, algo que estará en los huesos, no sé, debajo de la piel. Me estiro. Sueño, pero no consigo dormir. Un respiro y empiezo a sentirme y añoro. Vuestras caras y caricias y me siento lejos, pero aquí estoy. Acercándome.

Tulum 4/11/09
Hoy llueve en el mar. Los gatos se juntan en la puerta y quieren ámparo del viento y no sé si dejarles entrar. Camino descalza sobre la arena mojada y me refugio bajo el techo con un café. Por un rato me callo y hay silencio por dentro,ese silencio que todavía no he tenido tiempo para destapar. De momento disfruto este ratito con el café, la radio que no calla, truenos lejanos y la lluvia que no parece querer pararse hoy. Hoy llueve en el mar.

Celustún 7/11/09
Cesa la lluvia por un momento, como si necesitara descansar, y ya solo se escuchan las olas que no parannunca de acariciar la abandonada orilla. La influenza y las lluvias; las lanchas están paradas y la gente saluda con un suspiro, les vamos a gastar algunos pesos? La lluvia desansa y reposo en la cama, de reojo veo una lagartija en la pared. Silenciosa, se cae sobre mi cabeza, sacudo el pelo y ya desapareció otra vez. La repiración se tranquiliza y vuelve la calma. Las olas que no paran nunca me cantan la nana y me duermo y sueño con geckos que se tiran de su lugar en la pared.

Campeche 13/11/09
Mareas y playas abandonadas. Basura y pintura caída. Otros que pintan sobre las paredes vacías, sobrepasando con otro color, escondiendo lo que está viejo y roto. Un centro histórico, rincones europeos detrás de la jorobada mujer que vende rosas y el diario por siete pesos. Huellas de una colonia y ataques de piratas, guerras de lagrimas y de otros que no gritan. Se buscan escondites en las cuevas, en los grutas y cenotes. Me quedo. Me quedo viajando.

San Juan Chamula 17/11/09
No es nada más que una conversación con silencios. El ruido es otro: globos que se rompen en el viento, gallinas que pasean y un idioma que no entiendo pero que discute política. Imágenes zapatistas en la pared y un pintor revolucionario ya demente. La cocacola de mediolitro que no quiere acabarse. Una mirada que ayer se fijó en mi, hoy es fugitiva y no sé nada. Un cuerpo que ayer se refugiaba en mi soledad hoy es rígido y no sé nada. Hace frío en la montaña y la piel empieza a secarse y se me cae en trocitos.

Vulcán Pacaya, Antigua 29/11/09
Subir.
Los pies se hunden en piedra volcánica, la piel se queda gris de polvo y niebla. La atravesamos, las piernas siguen para arriba y la vista ya es más nítida. Me encuentro al otro lado de la niebla, por encima de las nubes. Así levanto la cabeza y me encuentro con cuatro ojos; dos miradas - un padre con su hija. O una hija con su padre. Están esperando. Creo que van a bajar pero me dejan espacio para que siga subiendo y quiero agradecerles su apariencia, que no es más que su presencia en el momento que mis pasos se cruzan con los suyos. Igual ni siquiera me ven, sino solo miran el horizonte de los azules y de nuestras creciones.
Subo y le pido un deseo al esfuerzo. Como la estrella fugaz, el deseo viaja por la montaña. Es un suspiro de esperanza que se mezcla con el viento que hoy casi no sopla.
Olvidado el dolor ya estoy arriba. Huecos de rojo fuego, la piedra blanda - infinitas formaciones de una roca que vive, que se desforma, que grita vida y cuenta historias y futuros. Se me queman los pies y la cara. La lava está pintando en rojo intenso sobre la piedra negra y el cielo se tiñe de rosa. Atardecer y la noche se acerca con pasos de tormenta calmada.
La vida y sus cambios se mueven bajo los pies. A dos mil metros de altura: un paso más cerca del cielo, y otro más cerca del centro de la tierra. Juego a que era un imán, atrapado entre dos mundos de magnetismo. No sé dónde ir y ya oscureció.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Ingrid

Esta semana parece que tengo visita. Se llama Ingrid y tiene doble corazón. No sé qué significa, pero me ha dicho que un día de estos me lo contará. Hay gente que tiene dos pulmones para respirar mejor, y habrá gente que tengan dos corazones para querer mejor. Me lo dijo al entrar. Yo no le quería abrir la puerta, me da miedo si me tocan el timbre por la noche, miré por el agujero, pero el hecho es que lo que vi era tan pequeño, tan pequeña ella que no podía decirle que no. Así que entró. Después volví a cerrar con las dos llaves y espero que hasta mañana no venga nadie más. Está durmiendo en mi cama porque no tengo habitación de invitados pero sí tengo una cama grande y coincidía que justo había limpiado. No quería cena ella, así que estoy cenando sola y oigo pequeños ronquidos desde mi cuarto. Hay gente que tiene mascotas, novios que vienen a verles y que se quedan a dormir, yo suelo dormir sola pero esta semana parece que tengo a una Ingrid ocupando el lugar de la segunda almohada. Sabía yo que por algo tenía dos. Mañana le prepararé el desayuno y después iremos a caminar. Es tan pequeña ella, que no sé qué cosas le gustarán, pero le quiero enseñar el barrio. Tampoco sé de dónde viene, porqué está aquí, porqué tiene dos corazones ni qué hace con ellos. A ver si mañana me contará. Voy a dormir, acompañada de nuevos ritmos.

viernes, 25 de septiembre de 2009

invitación

El hecho es que no toqué la puerta. El hecho es que entré sin preguntar y vi platos medio acabados, camas deshechas, globos deshinchados, una piñata rota en el suelo y muchos colores. El hecho es que toqué todo, y mis lágrimas caían sobre las purpurinas, las lentejuelas, sobre las tartas no comidas y sobre las manchas de vino en la alfombra. Ahora hay huellas mías sobre los vasos de cristal, mi forma del cuerpo se ha quedado en el sofá, no soy yo, son mis fantasmas, mi envidia y mis comidas de olla que han dejado trazos en una casa que no es mía. No sé de quién es, pero sé que no estuve invitada, y cuando me llegó la noticia, ya todos se habían ido. Ni siquiera el dueño de la casa estaba, se habría huido con los demás. Y yo no sé exactamente a quién estaba buscando. Parece que es difícil encontrar si no sabes lo que buscas. Pero, como no había nadie, por un momento me imaginé que la casa era mía, y salí al balcón para saludar a los vecinos y a los que pasaban por la calle de domingo. Primero como si fuera la reina saludando al pueblo. Luego como si fuera la vecina de toda la vida y dije en el aire: he hecho un pastel, ah, cómo haces para tener la bogan Vila tan bonita, y me parece su césped más verde que el mío, puedo echar la siesta en el suyo? Mi marido es alérgico, así que vamos a poner cemento, sí ya ves, sacrificios y menos verde. Y así charlando hasta que me di cuenta que llevaba demasiado rato imaginándome cosas que no eran verdad y entré del balcón. No sé como me fui de allí, pero el hecho es que más tarde, el mismo día, me encontré en el parque estirada en un banco mirando el cielo. Contaba nubes, tejía frases para decir cuando me quedara callada delante de alguien importante. Y mirando un poquito más allá, vi castillos en el aire donde se celebraba fiestas y estaba yo invitada. El hecho es que no sabría llegar a tiempo.

...

Ayer fui al dentista y me dijo que mirara fijamente el reloj de arena que tenía puesto en la ventana y que nada iba a doler. Que el dolor no es tiempo y que la arena acaba y luego vuelve a caer. Sólo hay que darle la vuelta. ¿Al dolor?, pregunté yo. Al reloj, contestó el dentista y me miró fijamente la boca y me sentía bastante incomoda. ¿Fumas?, preguntó. Pero fue una exclamación afirmativa, de esas que no esperan respuesta. Sí, le dije yo, de la manera que podía, con cinco aparatos en la boca. No puedo tragar, advertí. Pues el dolor no se traga, dijo él. Y se calló y se concentró en su trabajo, y a mi me seguía doliendo...

esas cosas que no sabemos si existen

Dicen que no existes. Dicen que solo eres una proyección de lo que yo he querido encontrar en la vida terrestre. Que no existes. Que lo que vive dentro de mi solo es una sombra de lo que añoro. Un reflejo de todo lo que pensaba que no era capaz de sentir. Y si solo eres tu. Dicen que el cielo no existe. Yo sé que sí. Hay ángeles que vienen de allí y dicen que solo es un espacio paralelo donde para todo aquel que no supo sobrepasar lo malo que le esté pasando. Me quiero imaginar que sí existes, y creo que eres más real de lo que yo nunca podré ser. Nos estamos llamando desde lejos. Estoy construyendo antenas en el castillo de arena...no flota en el aire como yo, intentamos quedarnos en tierra...

miércoles, 20 de mayo de 2009

El señor Nunca

Hay gente que no son gente, que sólo son recuerdos. Como ese señor Nunca que acaba de salir por la puerta. Es posible que llevara una gabardina de un color indefinido, como pudiese ser el beige...Ese señor, el que acaba de salir por la puerta, nunca tomaba café, nunca leía el periódico y nunca hablaba con nadie. Descifraba emociones. Tenía una calculadora con antenas y medía las ondas de sentimientos que rondaban por los bares del centro. Hay días que gritos se convierten en abrazos, recelo en cenizas, miradas en besos y lagrimas en sal que no curan heridas. Hay días que el rímel hace dibujos de cansancio por las mejillas y el dolor se convierte en colillas. Hay días que no son días que son una eternidad de minutos, y juegan los gatos del sol por las paredes, son en otro idioma esos prismas de arco iris que provoca la luz cuando quiere. Hay veces que alguien sale por la puerta y sabes que nunca le vas a volver a ver. Por lo menos no en ese mismo disfraz. El señor Nunca se ha ido a medir emociones en otros países, o en su casa. Ese señor de la gabardina, que a primera vista no parece ser nadie en especial, ha tardado años en acercarse un poquito a todas esas cosas que no conocemos, ahora parece que empieza saber distinguir el amor de otros sentimientos.

lunes, 30 de marzo de 2009

Primavera en Barcelona

Querido Señor Periodista del País, para imaginarse figuras en el cielo no es necesario haber conocido el paraíso. Basta que nunca dejemos de contar, que nunca dejemos de reformular la subjetividad en trazos e historias, que no dejemos de transformar la irrealidad en futuros reales. Adornamos la realidad, si quieres, si yo quiero, nos disfrazamos y jugamos a realismo mágico, damos espacio a la lógica de los sueños. Para ver en el cielo un horizonte y un barco que está llegando a su destino final sólo hace falta estar enamorado, y sabemos que las nubes no traen lluvia, son mensajeros de felicidad. Así que, Señor Periodista del País, esta tarde, si puedes, cógela libre, llévate una manta y un termo de té, túmbate en un parque o en una roca si te encuentras cerca del mar. Reposa los ojos, refléjalos en el cielo. Las nubes son personajes, escucha, te están contando sus historias, súbete a su escenario y déjate flotar en el cielo entre islas momentáneas de felicidad.



Hay sofás sobre ruedas, señores invidentes en monos rosas que venden la once. Tocará suerte. Hay un hotel de lujo, al lado de caras rotas que han traído sus recuerdos a esta calle. Y hay colores que son la ropa que está tendida en un balcón - una ventana abierta a una de todas estas vidas. Un hotel de lujo y una facultad de letras sobre el lugar donde antes había un bar con un patio, jardín y fuentes, donde yo vestía en blanco sobre una piel morena; por primera vez te había sentido.

Hay piernas que caminan rápido y caras voladoras que imprimen, impresan y se quedan grises de polución - cumplirán sueños con los años, pero todavía no lo saben. Ahora caminan y otro cigarro y están quemados, la ciudad es un cenicero, dejamos huellas. Hay otros cuerpos que exprimen todo, colorean las calles, y minifaldas y dentro algo que se vende. Otros expresan, lágrimas caen, mojan las sabanas de frustración y amor. Son almacuerpos que renacen cada vez que respiran, son el suspiro de Dios y se dejan criar. En un lugar al lado del mar. La ciudad es un cuerpo que palpita, el cielo luce, las olas tiemblan y las montañas son su piel de gallina. Es primavera y como lagartijas giramos los cuerpos hacia el sol, quitamos capas, quitamos pieles, y alguien se deja tocar.



El ruido me taladra el cuerpo hasta llegar al sueño, la ciudad no duerme nunca. Bajo a la calle a buscar el desayuno y algo que me dejé allí hace tiempo. La primavera me deja ir en chanclas y en jersey, sudo y tengo frío en los pies. Ya están tomando un carajillo en el bar y entra luz sobre el adoquín y salto entre los rayos de sol, juego a no pisar las líneas, como niña, como si fuera el callejón la rayuela, como en la película de Jack Nicolson que toca el piano y se deja enamorar. El barrio respira un momento: entre el alba y las preguntas hay un silencio extraño.

martes, 3 de marzo de 2009

Vías congeladas y un globo volando

Estaban todos esperando el tren, llevaba una hora de retraso. Los raíles se habían congelado, la ciudad estaba paralizada por el frío, ella tiritaba y quería volver a su país. Los bigotes de los señores parecían estalactitas y las señoras caminaban con clavos en los zapatos para no caerse, los niños disfrutaban de tirarse sobre el hielo, dejarse resbalar y someterse en los montones de nieve. Cada suspiro creaba una nube de humo alrededor de gorros y bufandas de multicolor. La escena era una postal navideña del país de Papa Noel, faltaban tres días para la navidad y ella iba a volver a su familia al otro lado de Europa. Quería buscar la cámara y hacerles una foto pero tenía las manos escondidas en los bolsillos y le daba miedo sacarles fuera por si se congelaran. Por si se congelaran igual que los raíles y se quedaría retrasada allí en esa ciudad del norte donde había venido a parar unos meses o unos años de su vida. Se despedía sola, nadie le había acompañado a la estación, pero creía que lo prefería así. El tiempo había parado, las nubes volaban altas altas ese día de diciembre, y las miradas se perdían hacía el final o el inicio de esa vía donde el tren nunca llegaba. El reloj de la estación les observaba y controlaba que el alba no se transformara en día, para no hacerles perder las conexiones a sus destinos. Cada uno su destino y ella no dejaba que las lagrimas le mojaran las mejillas, por dentro caían gotas de hielo y algún día las descongelaría en un país con más sol. De repente vio allí en lo alto, donde las nubes de algodón jugaban, un globo solo y amarillo volando y viniendo hacía ella. Y aún más de repente se veía colgando de la mano en una cuerda fuerte y la maleta en la otra mano. Y veía los tejados nevados, la iglesia, el kiosco de las magdalenas, el teatro donde había cantado, el banco donde se habían besado, el río donde daban migas a los patos, los puentes por donde se reían en bicicleta y el tren que venía lentamente desde lo lejos. Como si estuvieran todas hechizadas por el frío y ese amanecer eterno, las cabezas de esa gente paciente dieron un giro hacía arriba y vieron a una chica, un globo y una maleta volando hacía las nubes y hacía otro país; el ruido del tren se acercaba y se despedían.

Una despedida

Quedo congelada entre dos pilares en la estación: un autorretrato de ese momento. He regresado por unos días y otra vez dejo el lugar que antes era el único hogar que conocía. Donde salió mi primera sonrisa, donde di mis primeros pasos. La mirada fija en las raíles donde todavía no llega el tren. Y luego las mismas vistas, el lago congelado, los arboles que aguantan bajo nieve mojada. Disfrazados de blanco, y yo tengo frío, estoy llena y vacía y preguntándome qué viene ahora. Hay un eco de otro tiempo rodeando por los huecos de mi cuerpo y es cuando necesito huirme en otra música. Desaparezco con las canciones, vuelo, viajo. La salida de emergencia está cerca y me quiero ir, pero las escaleras están cortadas y aunque dicen que no debería cojo el ascensor y allí hay alguien. Es un sueño. El ascensor de repente se para antes del séptimo piso, en un espacio entre dos planos, algo que no existe. Se nos acaba el aire y el alguien me presta su aliento con un beso y no le conozco. Me veo en el espejo, distingo mi cuerpo del suyo y soy la misma persona que aquella niña que tomó sus primeros pasos con la mano agarrada del dedo de mi madre. Mi madre vestida en una camiseta de rayas de los años setenta y con el mismo peinado que yo llevo ahora. Me conocía desde siempre. Medio enredadas en un cordón umbilical, hasta hace poco que intentamos dejarnos sueltas. Y por eso siempre estoy de camino, veo su reflejo en las ventanas del tren, pasamos su pueblo y me estoy acercando al aeropuerto y la vida está llena de despedidas.

lunes, 19 de enero de 2009

La señora, el señor y la ausencia

Quisiera querer sin darme cuenta del tiempo, se decía el señor mientras preparaba su café mañanero. Le encantaba las mañanas. El despertar. Parpadeando, se revolcaba entre sabanas y mantas. Como un invidente buscaba a si mismo con las manos, comprobando que era la misma esencia en el mismo cuerpo que se había ido a dormir la noche anterior. Encontró las gafas donde las había dejado. Saludó a su señora que estaba en un marco en la mesita de noche. Mentira, una foto de ella estaba allí, ella estaba en la brisa del mar, en el brillo del rocío, en la transparencia de las lagrimas, estaba en la ausencia de su presencia, allí, siempre... De repente algo de claridad, el señor se levantó y con la bata puesta viajó hasta la cocina.

Su mujer, la señora, se había ido. Y cada día se querían un poquito más pero menos que el día siguiente.

Abrió la tapa, sacó el café del día anterior, lavó las tres piezas quedándose con granitos en la piel, agua fría y olor a mañana. Cerró la cafetera, shuiiii, el gas, la espera y el sonido de la fuente de café que subía por el tubito y llenó la taza. La misma música cada mañana. Y el tiempo era algo inevitable y la bata se cambió a traje y salía por la puerta y el olor a café y tostadas se quedó en casa añorándole al señor. En cuanto la llave hizo click y los pasos se alejaba por la escalera la señora salíó del marco, sacudió las mantas, abrió las ventanas para airear la casa y dejar que salieran los recuerdos a dar un paseo hasta la orilla del mar. Puso las zapatillas del señor en su sitio y volvió a donde pertenecía. A la ausencia.