viernes, 25 de septiembre de 2009

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Ayer fui al dentista y me dijo que mirara fijamente el reloj de arena que tenía puesto en la ventana y que nada iba a doler. Que el dolor no es tiempo y que la arena acaba y luego vuelve a caer. Sólo hay que darle la vuelta. ¿Al dolor?, pregunté yo. Al reloj, contestó el dentista y me miró fijamente la boca y me sentía bastante incomoda. ¿Fumas?, preguntó. Pero fue una exclamación afirmativa, de esas que no esperan respuesta. Sí, le dije yo, de la manera que podía, con cinco aparatos en la boca. No puedo tragar, advertí. Pues el dolor no se traga, dijo él. Y se calló y se concentró en su trabajo, y a mi me seguía doliendo...

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