viernes, 25 de septiembre de 2009

invitación

El hecho es que no toqué la puerta. El hecho es que entré sin preguntar y vi platos medio acabados, camas deshechas, globos deshinchados, una piñata rota en el suelo y muchos colores. El hecho es que toqué todo, y mis lágrimas caían sobre las purpurinas, las lentejuelas, sobre las tartas no comidas y sobre las manchas de vino en la alfombra. Ahora hay huellas mías sobre los vasos de cristal, mi forma del cuerpo se ha quedado en el sofá, no soy yo, son mis fantasmas, mi envidia y mis comidas de olla que han dejado trazos en una casa que no es mía. No sé de quién es, pero sé que no estuve invitada, y cuando me llegó la noticia, ya todos se habían ido. Ni siquiera el dueño de la casa estaba, se habría huido con los demás. Y yo no sé exactamente a quién estaba buscando. Parece que es difícil encontrar si no sabes lo que buscas. Pero, como no había nadie, por un momento me imaginé que la casa era mía, y salí al balcón para saludar a los vecinos y a los que pasaban por la calle de domingo. Primero como si fuera la reina saludando al pueblo. Luego como si fuera la vecina de toda la vida y dije en el aire: he hecho un pastel, ah, cómo haces para tener la bogan Vila tan bonita, y me parece su césped más verde que el mío, puedo echar la siesta en el suyo? Mi marido es alérgico, así que vamos a poner cemento, sí ya ves, sacrificios y menos verde. Y así charlando hasta que me di cuenta que llevaba demasiado rato imaginándome cosas que no eran verdad y entré del balcón. No sé como me fui de allí, pero el hecho es que más tarde, el mismo día, me encontré en el parque estirada en un banco mirando el cielo. Contaba nubes, tejía frases para decir cuando me quedara callada delante de alguien importante. Y mirando un poquito más allá, vi castillos en el aire donde se celebraba fiestas y estaba yo invitada. El hecho es que no sabría llegar a tiempo.

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