domingo, 9 de enero de 2011
Un tango dulce
Hoy, igual que ayer, llueve en el mar. Tengo un paraguas azul y el camarero un mandil rojo. Son las once de la mañana y ya llevo tres cafés y un pequeño mareo. Pido un cortado del camarero del mandil rojo y le devuelvo en seguida el sobre de azúcar. Porque es engañarse ponerle dulce a algo que por su naturaleza es amargo, le explico con voz de niña buena y sin ironía. El camarero dice que solo uno mismo puede eligir tragar amargura o ponerle algo de dulzura a las cosas para suavizar el sabor. Es igual, la úlcera viene de todas maneras, le digo y le miro casi con desprecio. Sigue lloviendo en el mar, y me imagino el paraguas azul y el mandil rojo bailando un tango en el puerto.
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5 comentarios:
Aunque tardes en volver, siempre es bonito volver a leerte.
Gracias Anna! No sabía que me leías! Un beso!
"Porque es engañarse ponerle dulce a algo que por su naturaleza es amargo". Me ha gustado mucho esa frase, aunque tengo que decir que yo seguiré engañándome, necesito azúcar en el café.
No sé cómo he llegado hasta aquí, pero ¡hola! :)
hola alexandra, me alegro que hayas llegado hasta aqui, siempre gusta saber que alguien me lea.:)
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